sábado, 17 de abril de 2010


Muchas son las cosas que nos llenan y entre ellas la ilusión. La ilusión de encontrar algo, de conocer a alguien, de conseguir reconocimiento, de aprender algo, de...

Vamos a quedarnos con la ilusión de conocer a alguien, alguien a quien conoces pero de quien te queda mucho por conocer, alguien que te intriga por todo lo desconocido que tiene en su interior, alguien a quien parece que lo conoces de siempre y sin embargo apenas os une unos meses mal contados, alguien que te llena de ilusión, y no sólo te llena el alma sino las sonrisas, sonrisas que resplandecen.

Aún así, aún teniendo en cuenta las cantidades industriales de ilusión que te embargan, las cosas se tuercen una y otra vez. Al principio son detalles, cosas que no dependen de ti al 100%, y luego empiezan a torcerse otras cosas que no dependen de ti pero que aún así tienen más importancia que esos detalles. Es entonces cuando te das cuenta de que la ilusión se está evaporando poco a poco, apenas perceptible hasta que una gran porción ha desaparecido. Nada de lo que está pasando es por ti, pero no paras de pensar que todo se está chafando sin poder hacer nada de nada y por más que intentas convencerte de que las cosas van a mejorar (poco a poco) no lo hacen. Toda esa luz que desprendías se está apagando...

De todos modos siempre te queda esa persona, siempre está ahí para volver a llenarte una sonrisa... Y es que por sorpresa siempre hay cosas que pueden solucionarse (o joderte más, según las consecuencias).